sin plumas

comentarios de libros por iván thays

Mi foto
Nombre:
Lugar: Lima, Peru

Escritor peruano (Lima, 1968) autor de las novelas "El viaje interior" y "La disciplina de la vanidad". Premio Principe Claus 2000. Dirigió el programa literario de TV Vano Oficio por 7 años. Ha sido elegido como uno de los esccritores latinoamericanos más importantes menores de 39 años por el Hay Festival, organizador del Bogotá39. Finalista del Premio Herralde del 2008 con la novela "Un lugar llamado Oreja de perro"

12/22/2005

Y de repente, un ángel
Jaime Bayly.
Planeta. Barcelona: 2005

TERNURA PLAYBACK
Julián, escritor huraño, ocioso y sin éxito editorial, se ve obligado por la novia a buscar una empleada doméstica para que limpie el cuchitril en que vive. Contrata a Mercedes, una gorda desdentada a quien le gusta dormir en el piso, nacida en un pueblo andino y vendida por su madre cuando era una niña. La humildad de Mercedes conmueve a Julián quien, luego de unos ligeros escarceos detectivescos, descubre que su madre aún vive en Caraz. Y Hasta ahí viaja con Mercedes, encontrándose con una anciana sorda y lisurienta, devoradora de cuyes y telenovelas. Mercedes deberá decidir si se queda o no con una madre que no la reconoce pero la hace reír, mientras Julián se cuestiona la relación con su padre agonizante, a quien ha dejado de ver durante años pues lo acusa de estafador. Paralelamente, se alternan capítulos con las anécdotas de Andrea, la novia de Julián, como dependienta de una librería. La contratapa anuncia una “insólita habilidad para ir de lo grave a lo hilarante”. Lo “hilarante” aquí son gags absurdos y reiterativos (en el viaje a Caraz todos “creen” que un joven pituco es el “arrejuntado” de una mujer obesa y con pinta de empleada), diálogos caricaturescos y chistes fáciles (nombres: Luz Clarita Castañeda del Orto, Mayor Julio Concha Fina). Lo “grave” es una ternura patentada por la industria Hallmark para sus tarjetas por el día de la madre, llena de diminutivos y clisés, y un tema de enfrentamientos familiares carentes de densidad. En lo formal, Bayly pretende hacernos creer que un sujeto que no confía ni en los bancos, que solo aguanta a su novia un día a la semana y duerme hasta las tres de la tarde, a los diez minutos de conocer a Mercedes se conmueve tanto como para pagar coimas, dejarse insultar por divorciadas borrachas y hacer un viaje a Caraz con noche en hostal incluida. Por otra parte, las escenas de Andrea en la librería son absolutamente intrascendentes, un elemento de distracción y “relleno” inexplicable. Sin embargo, es en el contenido donde aparece la principal falla: todo el dolor de la agonía y el reencuentro con el padre se resume en el personaje diciendo “te quiero papi” al oído del moribundo. Como en sus otras novelas, Bayly se escabulle en el melodrama y la bromita (el padre mirando el culo de la enfermera) ante su incapacidad para representar la angustia ante la muerte, la fatalidad, el dolor y la crisis de tener un padre impositivo que llega incluso de la agresión sexual. La frivolidad del personaje mediático (un limeño de clase media que se ufana de viajar en primera clase en los aviones), traspasa al autor de novelas y explica esa carencia literaria. Bayly es un escritor hábil y despierta simpatía en algunos de sus lectores, pero la auténtica reflexión no es habilidad ni ingenio sino el resultado de una introspección a la que Bayly no puede, o no quiere, acceder.