sin plumas

comentarios de libros por iván thays

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Lugar: Lima, Peru

Escritor peruano (Lima, 1968) autor de las novelas "El viaje interior" y "La disciplina de la vanidad". Premio Principe Claus 2000. Dirigió el programa literario de TV Vano Oficio por 7 años. Ha sido elegido como uno de los esccritores latinoamericanos más importantes menores de 39 años por el Hay Festival, organizador del Bogotá39. Finalista del Premio Herralde del 2008 con la novela "Un lugar llamado Oreja de perro"

10/28/2004

Memorias de mis putas tristes.
Gabriel García Márquez
Norma. Bogota: 2004


VIEJO VERDE

No es el García Márquez de Cien años de soledad, desde luego, pero tampoco aquel que, en frase maligna de Juan Carlos Onetti, escribe el resto de sus novelas con los milagros que le sobraron de su obra más famosa. La novela está construida deliberadamente en un tono menor: es un remake de La casa de las bellas durmientes, donde la sobriedad y contención oriental de la novela Kawabata ha sido transformada en ardoroso arrebato caribeño. El narrador anuncia que quiere celebrar sus 90 años encamándose con una adolescente virgen. Y la diligente Rosa Cabarca, celestina del pueblo y personaje desperdiciado en la novela, le consigue una chica de 14 años. Al igual que en la novela de Kawabata, la relación entre el anciano y la prostituta virgen se da a través del sueño de ella y la vigilia del cliente. La muchacha, a la que él llama Delgadina, recibe narcotizada los halagos y besos del anciano redactor de un diario, anacrónico crítico de música, jubilado “inflador” de cables. El capricho del viejo se convierte en novela cuando descubre, a esa edad, que está enfermo de amor por Delgadina. El huraño y solterón, que confiesa no haberse acostado con ninguna mujer sin haberle pagado, cae rendido ante la adolescente y empieza a tener ansias de púber enamorado embotelladas en un cuerpo nonagenario. La anécdota le sirve a García Márquez para reflexionar sobre la vejez y sobre el amor, pero sobre todo para hacer un dramático canto a la vida en el borde mismo de la muerte. Lo mejor de la novela es la ambientación, con pocas frases, de una época en que los diarios se hacían con linotipos y censores. Y la comprobación de que García Márquez no ha perdido el oficio y acierta en cada adjetivo, cada diálogo, de una manera tan natural que incluso podríamos creer que es fácil escribir así, cuando es lo más difícil del mundo. Lo peor del libro: un conflicto que no avanza, la carencia de un argumento sólido que justifique el monólogo tierno pero monótono del narrador, la falta de imaginación e incluso maravilla de la que siempre alardeó la literatura del colombiano. Una novela sin riesgo, a siglos luz de la obra maestra de Kawabata, que puede servir como curso de redacción mientras se espera que García Márquez retome sus memorias, sin duda de mayor interés. Por último, es una lástima que la publicación haya sido empañada con la penosa estrategia publicitaria, aquella de la “delicia para bibliófilos” (la diferencia sería un solo adjetivo) y esos confusos dos finales que luego el mismo autor negó haber escrito. La próxima vez, que la editorial (la filial mexicana de Random House Mondadori) mantenga alejados de los libros a esos cerebros de nuez de los ejecutivos de marketing y nos deje leer a Gabo sin tantas cantinfladas.