sin plumas

comentarios de libros por iván thays

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Lugar: Lima, Peru

Escritor peruano (Lima, 1968) autor de las novelas "El viaje interior" y "La disciplina de la vanidad". Premio Principe Claus 2000. Dirigió el programa literario de TV Vano Oficio por 7 años. Ha sido elegido como uno de los esccritores latinoamericanos más importantes menores de 39 años por el Hay Festival, organizador del Bogotá39. Finalista del Premio Herralde del 2008 con la novela "Un lugar llamado Oreja de perro"

4/08/2003

Michael Cunningham
Las horas. Norma: 2002. 210 págs.


Entre mujeres y horas

La premiada transformación de Nicole Kidman en Virginia Woolf ha despertado los apetitos del público por leer la exitosa novela homónima de Michael Cunningham (Ohio, 1955), en la que se basó la película, la cual ganó en su momento el Premio Pullitzer 1999, el PEN Faulkner del mismo año y el Premio Grizane Cavour 2000. La lectura realmente vale la pena y por ello Norma, con bastante tino y oportunidad, lanza esta esperada reedición.

Michael Cunningham no se anda con remilgos a la hora de afirmar que es el único homosexual en ganar el Premio Pullitzer y su novela, la primera obra gay en conseguirlo. Exabruptos aparte, Las horas es extraordinaria. Es un delicado homenaje a Virginia Woolf, ya se sabe, pero más precisamente a Mrs Dallowey, una de sus novelas más hermosas. Como el mismo Cunningham ha confesado, Las horas son variaciones sobre un mismo tema, algo así como un Miles Davis improvisando a partir de una obra famosa o Picasso diseccionando Las meninas en decenas de lienzos. Una gran obra es aquella que nos conmueve tanto que nos obliga a buscar respuestas, y muchas veces, cuando el lector es también un artista, esa respuesta solo puede ser otra obra. Al igual que en los filmes de Pedro Almodóvar (quien, a propósito, es un gran admirador de esta novela hasta el punto que admitió haberla leído hincado de rodillas), la intención de Cunningham es atenazar las sensibilidad femenina. Mrs Dallowey es, con mucho, la novela menos maniquea y efectista de Virgnia Woolf. Así lo entendió el autor y por ello, a través de tres mujeres de distintas épocas y espacios, busca acercarse a aquel misterio -inexpugnable para los hombres- de las mujeres y su admirable lenguaje de cifras secretas. Mrs Dallowey está escrita a partir y sobre ese código indescifrable. Las horas no busca resolver el misterio, pero sí exponerlo de manera brillante. Se narra un mismo día en la vida de tres mujeres y en tres épocas distintas: Virginia Woolf en 1923, el día que inventa a Mrs Dallowey, antes de que un arranque de depresión la hunda en el Ouse; Laura Brown, infeliz ama de casa de Los Ángeles, cansada de la rutina, que ese día de 1949 debe preparar un pastel de cumpleaños para su esposo aunque ella solo desea terminar de leer el libro que empezó esa mañana (que no es otro que Mrs Dallowey); y Clarissa Vaugham, en las postrimerías del siglo XX, una moderna ejecutiva dedicada a agenciar artistas, quien ofrecerá esa noche una cena en homenaje a uno de sus autores favoritos, y de sus mejores amigos, un poeta homosexual que apoda a Clarissa “Mrs Dallowey”. Esta compleja estructura de vasos comunicantes está narrada, estratégicamente, con una simpleza absoluta. El autor ha confesado que para redactar esta novela se dedicó a releer a Virginia Woolf y no podemos dudarlo. Aprendió de ella ciertas técnicas que permiten describir acciones o diálogos como aleteos en una superficie; el lector sabe que hay más, mucho más. Al igual que en las novelas de Woolf, en Las horas de Cunningham también hay una pregunta por la sexualidad. No es una pregunta por el erotismo sino por la elección. Es decir, ¿hasta qué punto podemos elegir realmente en una sociedad que impone reglas y establece órdenes? Ya sea en los años de entre guerra, en los años de post guerra o en el mundo contemporáneo, cada tiempo brinda libertades que a su vez están coactadas por nuevos códigos dictados por una moral distinta pero igual de rigurosa que funciona como aislante: nos deja absolutamente solos frente a nuestras carencias y se ensaña en mostrarnos cuán indefensos somos, así seamos una escritora famosa, una ama de casa opacada o una ejecutiva fin de siglo. Las horas es un tributo a esas islas en que nos convertimos al estrellarnos con la realidad. Es dramático, pero al igual que Laura -quien alquila una habitación de hotel para escapar de la cotidianidad asfixiante y terminar de leer el libro-, Virginia y Clarissa tratan también de crearse un espacio y defenderlo. Pero al final esa “habitación propia” termina por encerrarnos y solo una tragedia puede despegarnos de nosotros mismos. El trascendente final de la novela no nos dice si es posible, realmente, crear ese espacio en el que los demás no ingresan y podemos ser nosotros mismos hasta las últimas consecuencias. Recuerda Micahel Cunningham que la primera novela que leyó en su vida fue Mrs Dallowey, a instancias de una muchacha de la que estaba enamorado quien le prestó la novela diciéndole “Toma, lee esto y trata de ser menos estúpido”. Pues también Las horas de Cunningham debería estar, creo, en la mochila de más de una adolescente asediada por ciegos admiradores. ¿Cómo pasar esta novela sutil al cine? La verdad es que pese al excelente casting y las nueve nominaciones, dudo que la película de Daldry cause el mismo efecto, aunque algo habrá de desteñirnos.