sin plumas

comentarios de libros por iván thays

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Lugar: Lima, Peru

Escritor peruano (Lima, 1968) autor de las novelas "El viaje interior" y "La disciplina de la vanidad". Premio Principe Claus 2000. Dirigió el programa literario de TV Vano Oficio por 7 años. Ha sido elegido como uno de los esccritores latinoamericanos más importantes menores de 39 años por el Hay Festival, organizador del Bogotá39. Finalista del Premio Herralde del 2008 con la novela "Un lugar llamado Oreja de perro"

4/15/2003

Mario Vargas Llosa
El Paraíso en la otra esquina. Alfaguara: 2003. 485 págs.


Un Paraíso inalcanzable

La summa literaria de Mario Vargas Llosa se alimenta con esta nueva novela, El Paraíso en la otra esquina, cuya figura central es Flora Tristán, singular personaje del mundo intelectual al que Vargas Llosa admiró siempre –a partir de la lectura de Peregrinaciones de una paria- y al que prometió una novela. La deuda está saldada y con creces.

Decía Vladimir Nabokov que en el Arte Superior, como en la Ciencia Pura, solo importan los detalles. Siendo así, no cabe duda de que Vargas Llosa es un artista superior. El Paraíso en la otra esquina es una de aquellas obras extraordinarias en las que el lector puede “acariciar los detalles”. Es cierto que el tema general, la biografía de dos personajes tan atractivos como Flora Tristán y su nieto Paul Gaugin, llama mucho la atención. Obvio, pues detrás de esos dos protagonistas se traslucen intereses e inquietudes tan graves e importantes como la búsqueda de las utopías, la sexualidad, el racionalismo, las ideologías, el arte, la política; Occidente en suma. Visto tal abanico de temas, estamos quizá ante la más ambiciosa de las novelas de Vargas Llosa. Sin embargo, el verdadero talento no está en tocar esos temas trascendentes sino en los detalles con los que Vargas Llosa, arma esta estructura fabulosa como si fuesen sólidos ladrillos. Baste citar, por ejemplo, las páginas iniciales de la novela y la mención (subrayada por la carátula) a ese juego infantil de las niñas que buscan a ojos cerrados el Paraíso que siempre está a la inalcanzable vuelta de la esquina: con la misma ingenuidad y expectativa -y la misma ceguera- de esos niños con los ojos vendados que preguntan por el Paraíso, Flora Tristán y Paul Gaugin (abuela y nieto, personajes protagónicos de esta novela) buscan alcanzar su utopía particular. Entre ambos hay tantas coincidencias como contradicciones, pero justamente son esas contradicciones las que más acercan a los personajes. Por ejemplo, aunque Flora aborrece el sexo y el placer hedonista que Paul pretende hallar en otras civilizaciones, uno tiene la impresión de que ambos luchan del mismo bando: un sexo sin culpas que no obligue a los hombres a utilizarlo como arma de venganza o extorsión. Quizá si el sexo sin complejos que Paul descubrió en Tahití hubiese sido una realidad en la sociedad burguesa donde vivió Flora, ella jamás hubiese sido considerada una paria. Aunque el tono de la obra es reflexivo y expositivo (sobre todo en los capítulos destinados a Flora), hay que insistir que el sustento radica en los detalles. Leer el desembarco de Flora en Islay y la forma de dormir sin que te piquen las pulgas, o la escena de Paul entrando en su cabaña para encontrar a su amante desnuda, en el piso, aterrada por monstruos míticos –lo que originó su primera obra maestra-, es estrellarse con ese choque entre la realidad y la utopía que es el tema central de la novela, uno de los temas más significativos en su literatura además. Imposible abarcar todos los temas que aparecen en esta obra. Y es que El Paraíso en la otra esquina no solo es una novela de una prosa atravesada por un peculiar tono de melancolía (las muertes de ambos protagonistas, por ejemplos, son estremecedoras), sino una de las obras más complejas y rica en matices de las que se han escrito en las últimas décadas.