sin plumas

comentarios de libros por iván thays

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Lugar: Lima, Peru

Escritor peruano (Lima, 1968) autor de las novelas "El viaje interior" y "La disciplina de la vanidad". Premio Principe Claus 2000. Dirigió el programa literario de TV Vano Oficio por 7 años. Ha sido elegido como uno de los esccritores latinoamericanos más importantes menores de 39 años por el Hay Festival, organizador del Bogotá39. Finalista del Premio Herralde del 2008 con la novela "Un lugar llamado Oreja de perro"

6/04/2004

¿Qué han hecho con mi país?
Michael Moore
Ediciones B. Barcelona: 2004. 263 páginas


HOMBRE BOMBA
Quizá sea su extraordinario manejo mediático, más que sus investigaciones, lo que ha conseguido convertir al cineasta y escritor Michael Moore en peculiar salvaguarda de la democracia y némesis del presidente George W Bush. Moore es un terrorista verbal, un hombre bomba. Pícnico, adiposo, no necesariamente higiénico y de mirada díscola, se encuentra en la vereda opuesta de aquellos sofisticados periodistas de investigación que derrocan presidentes tipo Bob Woodard. Pero quizá lo logre. ¿Qué han hecho con mi país? recoge la investigación de los vínculos empresariales entre la familia Bush y los Bin Laden, y entre los Bush y Arabia Saudita, y busca destapar los oscuros callejones de la política internacional del gobierno de Bush, sus impresionantes mentiras y los mezquinos intereses petroleros que hay detrás de su actuación luego del 11-S y la guerra de Irak. La lectura nos deja una sublevante indignación. Después tenemos algunas explicaciones de política económica doméstica destinadas a demostrar los abusos legales de los multimillonarios republicanos. Más indignación. El talento de Moore, sin duda, es ser efectista y demagógico sin perder el sarcasmo y el feroz sentido del humor. Cuando está inspirado es temible y no deja títere con cabeza. Cuando no lo está, nos aburre con capítulos como aquel supuestamente escrito en primera persona por un Dios a favor del aborto, o el sueño futurista ecológico. Aunque quizá el mayor problema del libro se encuentra en los capítulos en que el instigador cede su sitio al político. Sus ataques panfletarios contra los republicanos y su menosprecio contra los demócratas, son intrascendentes y concluyen con la bufonada de proponer a Ophra como candidata a la presidencia de EEUU. Michael Moore debe saber que, si bien es la otra cara de la moneda Bush, su nacionalismo montaraz junto a un mal disimulado -y contradictorio- deprecio por los países menos poderosos, demuestran que ambos están hechos del mismo metal y moldeados por la misma sociedad mediática. La autoridad moral que ha conseguido con premios como el último Cannes, y las millonarias ventas de sus libros, puede convertir a un egocéntrico notorio como él en una nueva versión del paladín democrático estadounidense. Si el Bush de estas páginas es el paradigma de cómo un sujeto puede desfalcar a un país con excusas patrióticas, el Moore que aparece en ellas es el ejemplo de cómo alguien puede convertirse en voz generacional –y multimillonario- solo con ser un provocador profesional. La lectura de este libro es urgente e imprescindible no solo para entender mejor nuestro tiempo, sino para estar advertidos de ambos peligros.

Usted es la culpable
Eloy Jáuregui
Norma. Lima, 2004. 357 págs.


BARROCO BAILABLE
Cinco páginas le bastan a Hugo Neira para convencernos de que las crónicas de Eloy Jáuregui son barrocas. Barrocas como puede serlo Martín Adán y también “el feo que habla lindo” Leonidas Carvajal. Como un púlpito, pero también como una discoteca chicha o la sala de una casa de clase media en Surquillo. Si Jorge Amado decía escribir en “bahiano”, Jaúregui bien puede afirmar que lo hace en “surquillano”. La consagración de Surquillo como microcosmos desde el cual se puede entender el Perú (y sus “afueras”) es el eje del libro. En torno al barrio se arman jaranas, se baila salsa, se cantan boleros al oído y se escuchan rancheras. Desde ahí se rinde culto –juntos y revueltos- a los dioses de una mitología popular: Ribeyro, Betty di Roma, Lolo Fernández, Daniel Santos, Susy Díaz, Augusto Ferrando, César Calvo, Zambo Cavero, Máximo Damián, Tania Libertad, el curandero Texeira, Chacalón y un largo y desordenado etc. Mención aparte merece la presencia insospechada de Abraham Valdelomar, a quien se califica de precursor del Nuevo Periodismo (y, sin decirlo explícitamente, inspiración para el estilo y ética periodística del autor). También hay crónicas sobre la parafernalia de barrio: mini componentes, el póster de Elizabeth Taylor, shopping en el Cono Norte, el gato broaster. Jáuregui acierta en brindar una visión panorámica y colectiva, y simultáneamente detallista e íntima, de lugares, personajes y costumbres. Su estilo exige un lenguaje coloquial saturado de adjetivos, achorado, palabreador, querendón e incluso vulgar, lleno de efectismos y contrastes que le permiten, por ejemplo, citar a Adam Smith y Karl Popper para definir el bolero. Domina ese lenguaje con una soltura no carente de deslices, como son algunas metáforas fáciles (llama al cáncer “musa vestida de cangrejo”) o frases de dudoso sentido del humor, como decir que Tania Libertad “se moja los calzones cuando habla de su primer amor”. Las intervenciones del cronista valen cuando se presenta como testigo púber, deslumbrado y proto-sexual; pero aquellas en las que pretende apantallarnos con citas y notas bibliográficas fuera de contexto son insufribles. Son tan ejemplares las crónicas dedicadas a Augusto Ferrando o a Cerro Azul, como ilegible la titulada “Lima-Mala-Lima” de obtusas pretensiones sociológicas. Pero el saldo, con mucho, es a favor. Queda claro que Jáuregui tiene una sensibilidad afinada con los barrios, su gente, su mitología, aquello que el cronista califica como “cultura de callejón” y que no es otra cosa que el anhelo de su generación de llevar el ruido caótico y bailable de la calle a la literatura.

Liquidación
Imre Kertész.
Alfaguara. Madrid, 2004. 159 págs.


SOBRE VIVIR
Quince años tenía Imre Kertész cuando se vio preso en un campo de concentración sin ninguna posibilidad de sobrevivir. Sin embargo, lo hizo. No es de extrañar, por tanto, que toda su obra gire en torno a Auschwitz, el inagotable monotema del premio Nobel húngaro quien ha afirmado que quizá nunca escriba sobre otra cosa El título de su nueva novela remite literalmente a la liquidación de una editorial del Estado. El editor encargado de dar la noticia a sus empleados, Keserú, es además un admirador de la literatura del protagonista, Bé, un narrador brillante que se ha suicidado dejando como insuperable nota final un par de frases: “¡No se enfaden! Buenas noches”. Buscando un hipotético manuscrito inédito de Bé, Keserú se interna en la biografía del escritor y hace un balance (¿una liquidación?) de esa vida concluida: desde su nacimiento en un campo de concentración (de ahí la sílaba de su nombre, grabado en el muslo junto a un número de cuatro cifras) hasta sus amores con Judit, la esposa, y Sara, la amante. Como contrapunto aparecen fragmentos de una obra de teatro de Bé que resulta profética, pues narra con nueve años de anticipación todo lo que acontece después del suicidio de su autor, incluyendo la búsqueda del manuscrito y la liquidación de la editorial. Sin duda, Liquidación es una obra escrita en olor a santidad después del Nóbel por un autor que sabe que sus lectores han aumentado en proporción geométrica y en plena conciencia de que no podrá superar su estupenda novela Sin destino. La obra de Kertész no tiene la imaginación inagotable de Peter Esterhazy, ni la sutileza y complejidad de Sandor Marai –otros dos escritores húngaros que deben leerse-, pero tiene una prosa sólida y representa una voz coherente y creíble entre aquellos escritores dedicados a airear, con optimismo y sin fatiga, lo que consideran los grandes temas universales. Con motivo de la presentación en Madrid declaró que Be intentaba “recuperar su propia vida arrancándola de la Historia para lograr mantenerse como individuo, tal y como nacimos”. Por ello, Liquidación es una novela que se pregunta, antes que nada, sobre la posibilidad de sobrevivir a la supervivencia en un campo de concentración y de ser, incluso, feliz en un mundo atenazado por la dictadura de la historia, la sombra del exterminio, la compasión por los judíos, la omnipresencia de Auschwitz y la impositiva necesidad de no olvidar. Suicidarse es una opción. La otra, quizá, sea escribir novelas sobre el suicidio.

Fiesta.
Elisa Fuenzalida.
PUCP: Lima, 2004

La ironía de la rama negra.
Jorge A Trujillo.
PUCP: Lima, 2004.


DOBLE DEBUT
La Serie de la Salamandra, de la Pontificia Universidad Católica, dedicada a autores nuevos de esa universidad, acaba de publicar dos poemarios: Fiesta de Elisa Fuenzalida y La ironía de la rama negra de Jorge A. Trujillo. Siendo alumnos de la misma universidad, y compartiendo el mismo editor, uno podría esperar puntos de contacto o influencias comunes. No los hay. Elisa Fuenzalida se pregunta por su lugar en el mundo, como individuo y como mujer. La respuesta es personal pero también generacional: “Me dijeron un día que debía tener cuidado/ Si eres frágil te quebrarás/ Si eres fuerte nadie te querrá/ Yo no tuve cuidado/ Como es de suponer/ Y no veo que haya pasado gran cosa/ Ser mujer es algo que me ocurrió esta tarde”. El poemario puede leerse como una lista de angustias y carencias donde la palabra poética y el escurridizo ser amado son prioridad. La influencia de Alejandra Pizarnik se deja sentir en todo el poemario (en especial en el poema A.P. que debe leerse como un homenaje) y es menos obvia, pero definitiva, la de Roberto Juárroz, a la que el título hace velada alusión. Desde hace años, Fuenzalida participa de recitales y ejerce de comentarista de libros; por ello, augurábamos una gran exigencia en su primera publicación. Lamentablemente no fue así. Apenas alcanza lo justo para mantener el status y conseguir una mención en los recuentos de fin de año. La enorme exigencia, más bien, se ha trasladado al hasta ahora desconocido Jorge Trujillo. La ironía de la rama negra es un poemario que agrede de inmediato por su radicalidad. Es una poesía hermética, ni qué decirlo, de un autor que esconde su insolencia tras una sabiduría libresca. No es pertinente hacer aquí el análisis formal que este poemario tan exigente requiere. Baste decir que el autor recurre a la tradición de los romances españoles (los tradicionales y los lorquianos) para construir un discurso donde destaca una sintaxis y una semántica arcaizante. Hay que arar mucho entre la poesía joven para encontrar un autor tan personal, en la línea de autores irreductibles como Martín Adán o Carlos Germán Belli. Arriesgando opinión, creo que la intensa presencia de la madre, y las constantes alusiones a la familia, nos induce a pensar que las ramas del árbol de Jorge Trujillo son las de una genealogía peculiar de cuya irónica rama negra se descuelga el poeta y sus oscuras palabras. “Es locura expresar lo inexpresable” cita un epígrafe de Luis Cernuda, por lo que es probable que estos arcaísmos sean también un cuestionamiento al lenguaje poético y un reclamo a su inutilidad actual para conmovernos. Un notable primer poemario, sin duda, que deja las especulaciones de la crisis de la poesía peruana al nivel de boutade.